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Diez de la mañana en el Campo de Tiro Las Acacias, en Perales del Río. Paisaje de graveras, bar-oficina modesto. ¡Bang, bang, bang! Un solo tirador, concentrado, revienta platos sin parar. Como hizo en Tokio junto a Fátima Gálvez para colgarse el oro en trap mixto. Es Alberto Fernández (Madrid, 38 años).

Es su campo, que dirige con su padre, Gregorio, el que le metió el veneno. "El más duro", bromea, porque en el horizonte se mezcla el ocre de las graveras con el verde de los chopos y el marrón de enormes cardos, lo que dificulta acertar a las pastillas de 11 cm de diámetro que salen despedidas a más de 100 km/h. "¡Así cuando voy a una competición me parecen sartenes!", se ríe. Es el pequeño mundo de un campeón, que ha hecho "muy pocas entrevistas", se lamenta, desde su triunfo. La rutina que precede al estallido en un deporte que, según él, "no es minoritario". "Si sumamos licencias de tiro (43.000 en 2020 según datos del CSD) con caza (377.000), seríamos el segundo deporte en España", advierte.

"El oro no te cambia la vida. Sirve para que el tiro al plato en España, clubes, federaciones o aficionados tengan su momento de gloria. Todo el mundo les pregunta por los chicos que ganaron la medalla. Si fuera italiano o estadounidense sí me cambiaría. Allí este deporte es profesional. Fátima y yo no lo somos. Trabajamos. Yo tengo mi escuela y mi empresa Tutiro.com con la que vendo productos, asesoro, hago experiencias con empresas... Desafortunadamente, no tengo un sueldo por tirar", cuenta haciendo una radiografía que sirve para la inmensa mayoría de deportes.

"Ayer estuve en el campo desde las nueve hasta las siete de la tarde. Un sábado, de ocho a ocho. Hay que gestionarlo, limpiar, atender a la gente... y entrenar", sigue. "El premio por la medalla son 75.000 euros, pero el 45% va para Hacienda. No te haces millonario, y además te lo pagan a año vencido. Me gasté mucho más de esos 37.500 euros el año pasado viajando y entrenando, con mi equipo: armero, coach mental, preparación física, entrenador... Y eso sin contar arma y cartuchos, que me los patrocinan. Una escopeta cuesta 12.000 euros y una temporada en cartuchos te vas a 20.000 euros", explica. Las becas ADO, antes fijas para un ciclo completo, ahora deben ser refrendadas también con resultados. "Hay cantera, pero hace falta más inversión. Para el medallero cuenta igual una medalla de tiro que de cualquier otra disciplina", recuerda.

Pero la satisfacción del oro que llevaba persiguiendo tres Juegos compensa casi todo. "Siempre me pongo mi promesa y mi premio para las grandes competiciones. De promesa dije que me tatuaría la medalla... y no me gustan los tatuajes. ¡Estuve una semana jodido (dice mostrando el brazo)! Como premio me compré una guitarra, una Fender Telecaster japonesa a la que he bautizado Tokio. Tengo trece o catorce ya...", cuenta el madrileño, que además es guitarrista de Los Geiperman, el grupo oficial de tributo a Hombres G en España. Del 19 al 24 de octubre vuelve el rock & roll con las finales de la Copa del Mundo en Chipre. Allí tocará apuntar a otro oro.

Fuente: Diario AS / Jesús Mínguez

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