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Ona Carbonell no sabía si debía lanzarse o no a convertir su primer año de maternidad en un documental cuando se lo propusieron. A la nadadora olímpica, nacida en Barcelona hace 31 años, le suponía “abrirse en canal”, abrir las puertas de su vida y su familia, y eso no es fácil para alguien celoso de su intimidad. Pero, tras reflexionarlo, se dio cuenta de que el relato merecía la pena. “No puede ser que hoy en día la conciliación en el deporte siga siendo un tema tabú y haya tantas dificultades”, se lamentaba la deportista, que está embarazada otra vez, durante la entrevista con EL PAÍS el 2 de marzo, un día después de la presentación de su documental Ona Carbonell. Empezar de nuevo, una producción original de Rakuten TV, disponible gratis en esta plataforma. En él se relata el proceso por el que pasó desde agosto de 2020, cuando dio a luz a su primer hijo, Kai, hasta participar, el pasado verano, en los Juegos Olímpicos de Tokio, incluyendo la dura preparación física y las dificultades que conlleva la maternidad.

Carbonell nunca imaginó que su condición de madre y deportista de élite llegaría a tener tanta proyección. Era tan solo una niña cuando empezó a dedicarse a la gimnasia rítmica, pero a los 14 años decidió que sería la natación sincronizada la que se convertiría en su vida, y eso ha marcado el resto de sus decisiones. “Era algo que me encantaba. Yo sabía que iba a renunciar a muchas cosas por intentar crecer como deportista”, afirma la catalana, que cuenta que esta especialidad tiene todas las cualidades necesarias para que se haya convertido en su vocación. “Mis dos pasiones siempre habían sido el agua, por el mar en Menorca; y el baile, por la música. Y cuando descubrí la sincro, que es como la gimnasia rítmica, pero en el agua, dije: ‘Esto es lo mío”.

También gracias al deporte encontró a su pareja, el exgimnasta de la selección española Pablo Ibáñez, a quien conoció tras coincidir en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat (Barcelona) y con quien mantiene más de una década de relación. Ambos intercambian momentos que se ven reflejados en el documental y que, como ella recalca durante la charla, le aportaron fortaleza durante ese año tan complicado en el que se combinaron la maternidad, la crisis del coronavirus y una dura preparación previa a los Juegos Olímpicos. “Me siento afortunada. He tenido una situación privilegiada, una estabilidad económica y mucha ayuda de mis allegados. Me ha dado confianza, pero también soy consciente de que hay muchas otras mujeres que en sus entornos, no solo en el deporte, viven muchas adversidades. Por eso creo que es imprescindible pedir más y visibilizar”, asegura con respecto a la conciliación de la que algunas mujeres carecen.

También cree que es importante buscar ayuda psicológica si se necesita. “Durante toda mi carrera deportiva me he tratado con psicólogos. Este año pasado iba tan al límite de no dormir, no comer y no tener tiempo para nada que no hice mucho tratamiento. Pero lo recomiendo totalmente y siento que es esencial. Debería ser casi obligatorio porque todos tenemos problemas y a todos nos viene bien la ayuda”.

Crear una familia

Tiene dos medallas olímpicas, y otras 40 entre campeonatos mundiales y europeos, pero a pesar de triunfar en lo profesional, para Carbonell lo personal prevalece. “Mi hijo es mi mejor medalla. La maternidad y crear una familia lo supera todo”, confiesa sobre Kai, a quien quiere transmitir valores de “esfuerzo, respeto, humildad y trabajo en equipo”, muchos de ellos derivados del deporte. Asegura que habría sido un error obligarse a renunciar a la maternidad por continuar con la natación sincronizada, en la que pretende seguir como profesional después de su segundo embarazo. Es por ello, que se le hizo tan difícil tener que dejar a su hijo en ciertas ocasiones para viajar, y por lo que reivindica más ayudas para madres como ella.

“El tema de la lactancia todavía está a años luz de la conciliación real. No existen salas de lactancia. Recuerdo que en Japón me tenía que esconder para sacarme el pecho en medio de los Juegos Olímpicos. No podía viajar con mi hijo y tenía que dejar un banco de leche de 80 botes con 200 mililitros para que él pudiera estar ocho días sin mí”, se lamenta, ya que la lactancia es para ella un momento muy importante. “Es algo que recomienda la OMS, algo natural y fundamental, al menos para mí. Pero para nada tenemos la ayuda que se necesita”, reivindica, no solo por ella sino por muchas otras mujeres con las que ha coincidido a lo largo del camino.

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