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Los franceses, rivales este domingo en la gran final de la Liga de las Naciones, poseen una expresión, l'esprit de l'escalier, para sintetizar lo que cualquier persona siente cuando deja cosas por decir o hacer en su desempeño diario.

El ingenio de la escalera, que es como puede traducirse en castellano apela al instante justo posterior al encuentro con un vecino en la escalera común, momento en que nos viene a la cabeza aquello que deberíamos haberle dicho a esa persona que quedó peldaños arriba sin que llegase a sus oídos lo que ahora recordamos y echamos en falta no haber pronunciado.

En este encuentro futbolístico de vecinos que ha sido la gran final de Milán, a España sólo le ha quedado decir la última palabra en forma de título, pero su discurso durante todo el torneo es suficientemente rotundo y esperanzador para pensar que nuestra escalera sólo puede conducir al éxito.

Francia, vigente campeona del mundo, ha terminado pidiendo la hora, encerrada en su área y sobreviviendo gracias a las paradas de Lloris ante una España ofensiva e irreverente, merecedora de un título que a buen seguro no tardará en llegar.

De inicio, el seleccionador introducía dos cambios en las figuras de Èric García y Rodri Hernández respecto del equipo que superó las frente a Italia, aunque el escenario táctico iba a cambiar diametralmente respecto del choque del pasado miércoles.

Españoles y franceses iban a jugar una genuina partida de ajedrez con las estrategias claras: balón para España con pases cortos y pelotas largas a la espalda de la defensa en caso de los galos, asfixiados en todo momento por la espectacular presión de Luis Enrique y los suyos.

Así las cosas, los vigentes campeones del mundo no llegaban a tirar ni una vez a la portería de Unai Simón durante un primer acto en el que además lamentaban la baja por lesión de Varane al borde del descanso.

Se mantenía el escenario tras la reanudación con España gozando de alguna opción gracias a las recuperaciones por la presión en campo francés.

Pablo Sarabia dejaba su puesto en el campo a Yéremy Pino y justo antes de entrar en el último cuarto de partido, lo que antes era rigidez táctica se tornaba en una electrizante sucesión de acontecimientos que terminarían decantando la finalísma.

Primero Francis estaba cerca de marcar con un disparo de Theo Hernández al travesaño que terminaría botando a pocos centímetros de la línea de gol.

En la acción siguiente, golpeaba España con todo su talento gracias a un balón en profundidad sobre Mikel Oyarzabal que el eibarrés escondía de la carga de Upamecano para soltar un zurdazo seco que sorprendía a Lloris.

A esas alturas, Francia aún no había tirado entre los tres palos pero, justo después de recibir el gol Mbappé combinaba con Benzema, quien en un chut parabólico superaba la estirada de Unai Simón pese a que el guardameta llegaba a tocar con los dedos la pelota.

Vuelta a empezar pero con los corsés definitivamente desatados y en esa ruleta rusa iban a ser los galos quienes se beneficiasen del giro vertiginoso del tambor con una individualidad de Mbappé con desmarque, remate bajo ante Unai Simón y validación de la jugada, al borde del fuera de juego, en la revisión del VAR.

Restaban poco menos de diez minutos y en ese tiempo emergía la figura de Lloris ante una España desatada, dominante y que ponía cerco a la fortaleza francesa hasta el último aliento de una final decidida por varias intervenciones de mérito del guardameta galo.

1-2 final y un subcampeonato de la Liga de Naciones al que la historia dará pronto su justa dimensión. Esta España se marcha del torneo con más estatus del que llegó y consciente de que, como proclama su particular esprit de l'escalier, lo más bonito está aún por decirse y disfrutarse.

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